viernes, 24 de mayo de 2013


DEJEN PASO – Relatillo de terror

Se van quedando a solas los pasillos, desprovistos de cualquier fuerza gravitacional que les pase a adjudicar portadores de pasos, almas quejumbrosas, palpitantes, frías, cálidas o simplemente distantes. Se quedan a solas los pasillos, con visillos de las nuevas olas, modas, modismos, dimes o diretes. Se van quedando a solas los pasillos, sin aledaños al daño o al temor, y, no obstante, temerosos de los dos porque en tal soledad sólo se tienen los pasillos y nada más que los pasillos. Unidos los unos con los otros sin que la distancia los termine de juntar, y por la tal distancia se acreciente el sentido y hasta el sentimiento de soledad. Los pasillos permanecen, y dicen que algunas almas también: Penosas de no poder penar a gusto; apenadas de no poder anchear su espacio vital. Morriñentas de un pasado de cintas al porvenir para venir a recalar en estos mismos pasillos, y en estos mimos pasillos la soledad de las almas: Damas apuradas, caballeros prestos al baile para un sinfín de bailes de pasillo, y de unos mismos pasillos que se mantienen con el tiempo, -como tú y yo-, se dicen, pero ellos no responden; -como tú y yo dicen-, pero ellas no responden. No se corresponden almas y pasillos, ni damas ni caballeros, cuando el tiempo llega a su término, y en tal término nos encontramos a solas con nuestros pasillos.

En el gris marengo de una pubertad sin límite a la juventud, defenestrada por el que hacer, mal hacer de no buenas artes, parte de las partes que pueblan o han poblado nuestro ser, se enfrentan a sus más fieles y fútiles lutos y hasta latiguillos: A solas por los pasillos, ya sin más vanidad que la del más puro ocio, y ocio o vicio de pasillo. Tan sólo queda entonces pasear y pasear a solas por el pasillo, sin visillo a otra moda que nuestra propia y horripilante desnudez. Entonces damas, en fin, entonces caballeros, al fin, reconócense perdidos por la fuerza de su intemperie una vez la  luz los ha dejado desprovistos del negro, que con sorna luce gris y gris sin merengue; con fiesta o derecho a morder el polvo, que lo mismo se avergüenza de la luz que de su ausencia, porque por y para el baile de pasillos se ha debido saber, se ha tenido que saber todo aquello que no te daba permiso a permanecer. Injusticia y fiel soledad la de una vida sin luz, por y para la oscuridad de un propio pasillo sin visillo a otra modernidad que la de morir paseando sin más. Todo lucir.- ¡Dejen paso!- ¿Quién gritará?

El Duendecillo Porfiador

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