EFTELING,
OASIS DE CUENTOS
El
alba rompía en la ciudad de Ámsterdam. Perfectamente descubierto por el señor
Banana que seguía con los ojos bien abiertos. Abandonara la cama con rapidez
deseando asaltar el frigo. Su avispada intuición diera con el rico pan integral
y la enorme bola de Edam. Un queso altamente gustoso después de desayunar buena
parte. Hecho el bocata echaba un vistazo desde el ventanal del balcón. Gente
paseando el perro, el carril bici lleno de ciclistas a toda pastilla,
estudiantes con sus mochilas abarrotando las terrazas. Verdaderamente una calle
agradable para distraer los sentidos y el aburrimiento. En este caso, el
ilógico miedo que lo tuviera en vilo durante toda la noche. Todavía le
provocaba moviéndolo como una ficha hacia el florero de tulipanes.
-Hm…que
bien huelen estas florcillas-soltaba
Justo
alado una revista de propaganda. Mostraba una interesante colección de
diamantes. Le comentaran que el tallado de preciosas piedras era una artesanía
muy apreciada en Ámsterdam. De disponer de suficiente capital, compraría uno
para su bella princesa. Le oyera decir a su madre que los diamantes eran para
siempre. Quitando ese punto de romanticismo. Aconsejado por Arsenia la más
falsa de Villacuernos, afirmaría que los diamantes eran los mejores amigos de
las mujeres. No podría ser de otra forma, al ser amante de grandes fortunas.
-Buenos
días Juanillo ¿estas papando?-preguntaba el niño
-Ostras
niñato, vaya susto me has dado-contestaba
-Hoy
vamos a Efteling pero primero voy a desayunar en condiciones…mucha comida
mñññmmmmm-comunicaba
Reyes Armesto
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